domingo, 24 de julio de 2016

Sin tocar el suelo


           Hay personas a las que la existencia diaria se les queda pequeña. Me refiero a personas con una gran capacidad creativa, originalidad, dotes de comunicación y extrema eficiencia en casi todas las parcelas o proyectos que acometen. Suele ocurrir, a veces, que estas personas son calificadas de antisociales, raras, excéntricas, reservadas o antipáticas. Tremendo error al que enfrentarse, ya que, en muchas ocasiones, ni siquiera ellas mismas son conscientes del motivo que les empuja a mostrar conductas que se alejan de la normal. Saben de su inconformismo, de su dificultad de adaptación, de su rechazo a la vacuidad; pero no entiende porqué.
         Claro que también existen personas antipáticas, excéntricas, antisociales… (por naturaleza, por egoísmo o por cualquier otro motivo menos regio que el que nos ocupa; pero ésas no me interesan).
         Recuerdo que cuando estudiaba la campana de Gauss, en la asignatura «Análisis de Datos en Psicología», todos los percentiles que se alejaran de la normal (tanto por exceso, como por defecto) se consideraban atípicos y, aunque estaban ahí, no se tenían en cuenta a la hora de confeccionar la estadística general o calcular los parámetros de población. El no tomar en cuenta es lo que, posiblemente, termine de estrangular la potencialidad creativa de estas personas a las que, en estos momentos, y por desgracia, no hay quien las ayude a canalizar su privilegio; lo que nos llevaría a descubrir, con el tiempo, que pudimos toparnos con un Dalí, un Mozart, un Vincent van Gogh, un Spiderman o un gemelo de Paul Sastre (que en 1964 rechazó el Premio Nobel de Literatura para no «dejarse recuperar por el sistema»). Son estas un tipo de personas a las que, por ignorancia o desfachatez, ni siquiera valoramos en su momento; o lo que es peor, calificamos de raras.

        Por eso, dejo aquí una especie de conjuro que me inventé para ellos. «Que los genios permanezcan en sus botellas, incomprendidos y aislados (por superinteligentes), y que el mundo se desvanezca a su alrededor en medio de un tapiz de sueños que nadie ve; mientras ellos, los raros, los atípicos, aprenden solos a viajar al infinito sin tocar el suelo».





ÁNIMAS BENDITAS DEL PURGATORIO

         Esto de trabajar a turnos, tiene sus ventajas y sus inconvenientes; como todo. Yo, la verdad, es me adapto bien; total, mejor buscar lo positivo que lo negativo en cualquier parcela de la vida. Bueno, a lo que voy. Que cuando la gente me pregunta si me gusta más el turno de mañana que el de tarde, siempre contesto lo mismo y es que, cuando estoy de tarde, ni me planteo que podría estar de mañana; y cuando estoy de mañana, ni me planteo que podría estar de tarde. O sea, intento ser flexible, como la lengua, que compartiendo lugar, temperatura y humedad, dura más que los dientes que son tan rígidos. Por cierto, hablando de lengua, esta noche me la he debido pillar sin darme
cuenta, porque al despertar me encontré con un dolor de narices en la punta; es lo que tiene ser flexible, que si te descuidas te aplastan… En fin, que mire usted por donde, y será de tanto como me preguntan, que acabo de verle un inconveniente al turno de mañana, y es que no duermo; me paso la noche rezando. Sí, sí, rezando, rezando: el Padrenuestro, el Avemaría, el Dios te Salve, el Yo pecador…, y todas las oraciones que me enseñaron las monjas de pequeña. Y es que me acordé de algo que se dice por aquí (o, al menos, antes sí que se decía) y es que, si tienes que madrugar, la mejor manera de no quedarte dormido es rezar a las Animas Benditas del Purgatorio para que te
despierten.
         La primera vez que escuché esto, me dio un poco de ´yuyu´, porque, a ver, la gente no te decía: para que te despiertes (con s), sino: para que te despierten (con n). Y yo no hacía nada más que darle vueltas al coco, pensando: ¿es que aparecen las Ánimas en tu cuarto, o qué?... De manera que una noche, para salir de dudas (yo casi nunca me quedo con una duda) hice la prueba. Y, oye, funcionó. A la hora en punto, abrí los ojos de golpe y me encontré con el techo; sin más. Luego, con el paso del tiempo, los relojes digitales, los móviles…, la práctica de las Ánimas se me quedó obsoleta. Ahora, desde que estoy a turnos, la he vuelto a retomar. Y es que si no me despierto a mi hora (que no me ha ocurrido nunca, y toco madera) un montón de gente se queda sin entrar al trabajo ¿Que si tengo las llaves del cortijo? Pues, más o menos...

         Por eso, cuando me toca madrugar, la noche de antes, me acuesto con las gallinas, casi al anochecer y, además, no dejo de rezar a las Ánimas Benditas para que me despierten. Lo que yo no sé es lo que pensarán las Ánimas cuando tengo turno de tarde, porque, la verdad, ni me acuerdo de ellas. Dice mi amiga Rosa que es porque los humanos somos unos «conveníos», je, je. En fin, que ya sabes, si tienes que madrugar y no te fías de que funcione el reloj, o temes quedarte sin batería en el móvil, te recomiendo a las Ánimas Benditas (muy responsables y puntuales). Sólo tienes que apagar la luz y, en medio de la más lúgubre oscuridad, dices: “Ánimas Benditas, por favor, despertadme mañana a las …horas”, y empiezas a rezar. Pero, ojo, a ver si te ocurre lo que a mí, que entre Padrenuestros y Avemarías, me paso la noche rezando (para que no les falten) y me dan las tantas rezando.
       ¡¡Dulces sueños!!





NOS VEMOS EN LAS BODAS Y EN LOS ENTIERROS

         Si resides fuera, parece inevitable que sólo nos veamos con la familia en ciertos acontecimientos como bodas, bautizos, entierros... Yo pienso que, si no fuera así, igual pasaban siglos sin que supiéramos de la prima Enriqueta, del tío Miguel, de Pepita, la vecina que nos peinó en la primera comunión..., y del resto de nuestra gente. Pues bien, este fin de semana he tenido que viajar a Córdoba por un motivo triste, ya que he perdido a una prima. Marisa, tenía cuarenta y ocho años, era melliza con mi primo Antonio, soltera, la más pequeña de los séis hermanos y vivía con su madre; mi tía Maria Luisa. La verdad es que la he tratado poco (mi relación era más con sus hermanas mayores, mis otras dos primas: Carmen María y Mercedes (Merchi).
       ¿Que de qué ha muerto? Pues, de esa enfermedad que se presenta de repente y de la que, en el futuro, se dirá con asombro: «¿Sabes? en aquella época, la gente se moría de cancer».

       Ya en la puerta de la iglesia, me encontré con mi tía Mercedes, hermana de mi padre, con la que casi me crié (porque yo pasaba más tiempo en casa de los abuelos que en mi casa). Mi tía Mercedes es de esas personas alegres a las que hasta se les caen las lágrimas de risa con cualquier chiste( ella, hace mucho, también perdió a una hija con diecinueve años). La vi guapísima. Me dijo que si no fuera por las piernas, que ya le van fallando —por eso usa bastón—, la verdad es que se encontraba muy bien de todo. «Pues, el bastón, tita, te da un aire distinguido, de manera que ni te apures». Allí estaba, también, mi primo Miguel Ángel. Mientras nos saludábamos, alguien dijo : «Mira, ahí tenemos al sobrino más pequeño y a la sobrina mayor (la sobrina mayor soy yo, primera nieta de mis abuelos paternos).
         Me hizo ilusión volver a encontrarme con la familia, de la que ya nos faltan muchos; a otros ni siquiera los vi, como a mi primo José Manuel (el escritor) que trabajaba en el diario Córdoba. También eché de menos a su hermana, mi prima Conchita, a Rafael, a mi prima Mercedes (la alemana) que vive en Düsseldorf.

       Por lo general, encontré a todo el mundo muy bien; mi prima Carmen MarÍa tan jovial como siempre (dice mi hermano que parece una ´top model´, y es verdad, además es una cerebrito para los estudios); y la prima Merchi, que parece la hermana de sus hijos. Y, desde luego, mi tía María Luisa, la madre de mi prima fallecida, una mujer con una gran entereza, capaz de animar a todo el mundo.

        La verdad es que resulta penoso que tengamos que vernos en estos acontecimientos tristes, porque la última vez que nos encontramos, hace algunos años (en la boda de mi primo José Luis) ya planeamos que haríamos un encuentro en la sierra de Córdoba donde compartir un arroz y un día de campo. La vida, sin embargo, ha querido que nos viéramos antes. En fin, que la familia de mis primas y primos de Cañero (así les llamamos, porque vivían en ese barrio cuando eran pequeños) han perdido una hermana, yo he perdido una prima, pero, mi tía María Luisa ha perdido una hija (y eso, creo, es lo más duro que le puede ocurrir a una persona).

       ¡Ánimo, tita! ya verás que, aunque no haya consuelo para esto, siempre ayuda el tener a alguien arriba.
      Prima, descansa en paz.

      PD: He vuelto a casa y al trabajo. Quiero ser mejor persona (conmigo misma y con los demás).   He pensado que no me voy a enredar en cuestiones banales con la gente, que mi sonrisa estará siempre al servicio de todo el mundo y que hay que disfrutar todos los momentos como si fueran los últimos. Lo mejor de los días es que son como un cuaderno donde siempre tenemos la oportunidad de pasar las páginas de borrones y mala caligrafía para volver a intentarlo en la hoja siguiente.





HOY

         Sé que conformarse, soñar, morder la punta del bolígrafo mientras pienso en ti, o dejar que se derrame una lágrima entre las notas de un piano imaginario, es un tesoro; el único tesoro que acompaña mi vida desde ayer (un ayer iluminado, capaz de borrar el resto mis ayeres). Pero es ayer, y no me gusta esa palabra.

         Ayer es un vacío enorme, un lleno intangible, una pompa de jabón. Ayer se desvanece entre mis dedos al menor intento de atraparlo; por eso, ayer no me sirve. Yo quiero el Hoy, mi Hoy, con toda su mayúscula; un Hoy de caja de sorpresas, un envoltorio a desgarrar, un quizá escondido entre algodones; un Hoy presente y vivo, enigmático y azul, aunque tú no estés en él (todavía).





Y TÚ, ¿QUÉ TIRARÍAS AL POZO?

         Quiero tirar al pozo la bandeja de promesas caducadas, las calles sin salida, las bufandas que no calientan, las llaves que no abren, los mecheros sin gas; los lápices sin punta, los libros de reclamaciones, las palabras de plástico, los botes de laca, los zapatos de tacón y las corbatas.
       Quiero tirar al pozo los domingos sin sol, los silencios carcomidos, los broches sin brillo y el reloj.

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